Había maldormido y me desperté algo más pronto de lo normal. No obstante, aunque no fuera la hora todavía, decidí levantarme igualmente, desayunar un poco y salir hacia el trabajo. A la tarde, ya saldría un poco antes para compensar.
Al abrir la puerta de la calle me encontré un paisaje diferente al de cada día. Unos metros más a la izquierda de mi portería, en vez de asfalto y acera, había algo parecido a un suelo de tierra, los semáforos estaban amontonados en un lado de la calle, caídos pero no rotos, las farolas, igual, el buzón de Correos estaba en la vagoneta de una furgoneta junto a una parada de autobús desmontada. En el trozo correspondiente a mi portal, la calle ya estaba "normal". Había un señor subido a una escalera portátil que estaba como limpiando una farola o cambiando la luz o no sé...
Le pregunté que qué estaba ocurriendo.
-Estamos poniendo la calle.
-¿Poniendo la calle...? ¿Qué dice?
-Lo que oye. Usted normalmente debe de salir de casa más tarde, cuando ya están puestas, pero a estas horas toca ponerlas.
-Oiga,... ¿por quién me toma?
-Pues no sé,... me imagino que es alguien que vive ahí, en la portería de donde ha salido, o qué sé yo.
-Oiga,... hace años que vivo aquí, efectivamente, y las calles siempre "han estado puestas". No sé, imagino que habrán comenzado obras para el metro o algo parecido durante esta noche, pero "que están poniendo las calles",... ja, ja, ja,... !por favor!
-Escuche, cada uno tiene su trabajo. Solo faltaba que vinieran a reirse de uno. ¿Qué cree que hago encima de esta escalera? Estoy montando la farola, para que usted la encuentre en su sitio a la hora que debiera haber salido de casa.
-Ja, ja, ja,... he dado con un chiflado, ja ja.... Es que me parto.
-Esto es una ofensa, señor mío. Piense que su actitud traerá consecuencias... -le corté su por lo sano y me fuí mientras me iba gritando que si haría o dejaría de hacer.
A los dos días recibí una carta del Ayuntamiento notificándome que un trabajador suyo había recibido una ofensa en el transcurso de su jornada laboral y que hasta que no le pidiera disculpas no recibiría los servicios que de su trabajo me correspondieran. No hice caso en absoluto a dicha carta.
Hace dos meses que no puedo salir de mi casa porque me encuentro la zona correspondiente a mi portería hecha un asco. Una montaña de cables, agujeros que dan a las cloacas, barro y tierra me impiden salir del portal. He de hacerlo subiendo a mi terrado, saltando al terrado de mis vecinos y bajando por su escalera hasta el acceso que ellos tienen a la calle, que en su caso sí que está puesta. El resto de mis vecinos de escalera me apremian para que me decida ya de una vez a pedir disculpas al trabajador en cuestión.
Creo que mañana madrugaré más de la cuenta, a ver si puedo ver al ponedor de calles.
podi-.